Iba ese día a verla a ella,
A la mujer que me hizo suspirar tanto.
Le compré una bella rosa, grande y hermosa,
Parecía una de esas flores celestiales,
(De aquellas que no se dan en nuestro planeta)…
Asombrado iba por el camino, observando esa hermosa rosa,
Pensando en el rostro de expresión de ella, al ver a esa extraña flor,
Imaginándome sus calurosos abrazos, y sus dulces besos sobre mi,
(Tonto soñador).
Llegué donde ella estaba, y la vi,
(Aunque Jamás pensé que me sentiría tan estúpido como esa vez)-
Estaba con “otro amor”,
Se besaban, como un par de tiernos enamorados,
Engañándome, sin inquietudes,
¿Y yo qué?
Mi corazón se destrozó en ese momento, y me aparté de ese lugar,
(Realmente la amaba, pero ha matado aquella confianza)…
Pensé en tirar esa rosa hermosa, y deshacerla con mis pies,
Hasta que mi furia la esfumara lentamente;
pero la vi detalladamente,
Cayendo mis lágrimas sobre ella,
y me di cuenta que la rosa era inocente,
(Ella no merecía ser lastimada).
Llegué a mi casa, empapado de lamentos,
Coloqué a esa hermosa rosa en un florero digno de ella,
Con agua cristalina, del cielo y con una mezcla de mis lágrimas,
(Pobre títere burlado ante el mundo, ante la “sociedad”).
Pero sé que encontraré a esa maravillosa dama,
A quien le entregaré mi amor y mi vida,
Y también esa hermosa rosa grande, le daré a ella.
Y ella me amará por siempre,
Sin tratarme como a un bufón...
Humberto Escobar Sayes