De límites carecemos
manejando tantos hilos,
infinitas sensaciones
muy deprisa las sentimos,
sin apenas detenernos
ni siquiera para un guiño,
un reloj cascado y viejo
nos marca su tiempo a gritos,
hay que correr y volar,
hasta el fin de algún destino.
Nos perdemos los detalles:
colores, la luz y el brillo
de aquello que nos rodea;
el saludo de un amigo
que ignoramos con las prisas,
entre cruces de caminos
con miradas que están ciegas.
De la calma y la paz huimos,
envueltos en mil tareas
y con el sueño perdido
en este mundo agitado
de sobresaltos y avisos,
vamos tan acelerados
sin nunca pedir auxilio,
que tarde o temprano iremos
camino de un precipicio.