Cuando yo era pequeñito
no había televisión
jugábamos en la calle
dándole caña al balón,
a la guerra, al escondite
a ver quién era el mejor
contando chistes “marranos”
cantando a grito pelao
serenatas y rancheras
estrofas del “carrascal”
que ni en casa ni en el cole
nos dejarían cantar.
íbamos a “la bodega”
comprábamos un “helao”
que compartíamos todos,
¡un día tú y otro yo!,
jugábamos con las niñas
a médicos y enfermeras
aprendiendo anatomía
en portales y escaleras,
el primer beso furtivo,
de esa rubia pizpireta
que fue la novia secreta,
esa que jamás se olvida
la que siempre te acompaña
a lo largo de tu vida.
y los sábados ¡al cine!
sí nos salían las cuentas
si los papis se portaban
o sisábamos la compra,
aprendimos a ser libres
a cultivar la amistad
decíamos muchas trolas
pero no eran de verdad
eran mentiras “de broma”
no querían engañar
eran juegos de palabras
chistes, risas, poco más.
Pero pasaron los años
nació la televisión
nos encerramos en casa,
en nuestra propia prisión,
perdimos a los amigos,
los juegos, la libertad
y caímos prisioneros
en la jungla de cristal,
en una cárcel sin rejas
en un mundo virtual
en donde ya nunca sabes
que es mentira y que es verdad.
Ahora que ya somos “yayos”
queremos volver atrás
pero ha salido el tranvía
y nunca más pasará
a recorrer las callejas
que nos dejamos robar
Érase una vez un tiempo
que fue un tiempo de verdad
sin móviles y sin tablets
sin tele ni ordenador
en el que fuimos “nosotros”
amigos de corazón
contándonos aventuras
riéndonos sin parar.
Érase una vez un mundo
que nunca más volverá.