Súbitamente
cesa la lluvia,
y la luz de los ojos,
antes enrojecidos,
cambia de color.
Dos arco iris
atraviesan el pueblo,
y los siete colores
coronan los tejados
abriendo ventanas
con las cortinas rasgadas
por un reflejo en el cristal.
La vida brota con efervescencia
y el suave viento mueve
las frágiles flores
de la enredadera
en el jardín escondido.
La naturaleza se purifica
y amanece cada día inmaculada.
Silenciosa y etérea,
como tallos jóvenes
buscando la luz
estalla en colores,
primitiva alegría efímera
y eterna.