Rafael Parra Barrios

Aquel hombre

 

El Pensador, obra de Auguste Rodin.

 

Aquel hombre

Autor: Rafael Parra Barrios

 

I

En el atisbo inmisericorde

e insatisfactorio de su yo,

desmadejado por la erosión

de su inclemencia

y de la intemperie,

aquel hombre,

trémulo e impávido,  

ausente y sumergido

en el sigilo del tiempo,

lucía precupado y exhausto.

II

Sufría, más no sucumbía.

Sentía un mea culpa,

porque sabía

que su aciago destino

provenía de sus pifias

y de la barbarie actual.

Su mirada lánguida,

minada de hitos lúgubres,  

perdida en la podredumbre

de la urbe deshumanizada,

inmersa en la ablepsia,

impedía ver el horizonte.

III

Sentía el peso de los errores

que roian su alma.

Apelando al no ser,

sus pies resbalaban

en los pedales de la historia.

El presente urgía

del hominis consciente,

del hombre fresco y creciente,

que se debatía,

entre el tener y el ser,

mientras que cada vez

era menos, él.

IV

Levántate,

parecía clamar a sí mismo.

Lo intentaba, pero caía.

Una crisis existencial vivía,

y no sabía a dónde iba.

Durmió profundo,

en la noche y en el día.

Soñó que vivía en un edén,

sereno y feliz,

en familia y amistad,  

hilando y obrando

la gloria del bien.

V

Despertó y en realidad,

seguía en el tremedal.

Cabizbajo y anonadado,

susurraba sin esperanza.

De pronto emanó

un rayo de luz,

que iluminó el callejón

donde aún latía

su noble corazón,

que hizó de la fe perdida,

el alba de un nuevo día,

de la resurrección,

bendición de Dios,

que logró el milagro

y así aquel hombre

se reencontró.