¡Cae el aguacero como si se le estrujara a Dios
el corazón!
¡Truenan sobre la lluvia los huesecillos
de un dolor!
Y sufre él,
el hombre, el huésped en la vida, asido a un fragor,
a la miseria de su suerte cruel,
sobre el barro de su amor.
¡Y yo me digo: no gimas si sientes tu alma…!
Palpa tu gusto por la tierra,
el humo del cigarrillo entre tus dientes, la calma
de tus rodillas,
toda esa sensación del sueño como una hiedra,
y el aire con su piedra
y sus flores amarillas.
¡Cae el aguacero como si lavara su pena un corazón
sobre la tierra!