Encerrada estudiando en mi cuarto, mi guarida a salvo de la humanidad, ya no soporto estas cuatro paredes que me aprisionan.Entonces despliego mis alas como el más simple de los pájaros del campo y me elevo por sobre los mares de preocupaciones que enturbian mi mente...
Me remonto a esos bosques tan queridos, bosques del sur, bosques soñados. Mi lugar en el mundo donde mi alma encuentra el espacio para retozar en la naturaleza como un niño travieso. Bosques de inmensos pinos y alerces que se alzan hasta tocar el cielo con la punta de sus hojas. Donde el sol juega a las escondidas entre sus ramas y con un rayo fugaz se asoma a espiar a los visitantes. Bosques de misterio y hechizos. Los aromas secretos de la rosa mosqueta y las frambuesas silvestres que perfuman la piel. El suave crujido de las ramitas y hojas en la tierra a cada paso se transforman en gritos ante la quietud que invade el inmenso bosque del sur. La salida inesperada hacia un mirador natural de rocas, pequeño abismo y puerta abierta a la visión más exquisita de un lago amplio y transparente. Verdes, azules, turquesas, perfecto caleidoscopio que no distingue el límite entre el agua y el cielo de no ser por la majestuosidad de los Andes que se yerguen en el horizonte. El viento fresco y abrazador en el más absoluto de los silencios. El suspiro profundo del espectador sin aliento frente a tan magnífico paisaje. La superficie del lago como un espejo inmóvil del sol y las nubes. Sentada allí, en las rocas, con el bosque a mis espaldas como testigo mudo de mi aventura, mis alas se retraen porque ya no necesitan huir a ningún otro lugar. Se escapa mi alma mansamente de entre mis labios y se aleja con las dulces caricias del viento. Las manos y las piernas se vuelven roca, el pecho y la garganta gruesas raíces, los cabellos levitan en frondosas y floridas ramificaciones... Allí ha quedado mi ser. A salvo de la desidia de los hombres, en lo más profundo del bosque. La piel fría como la nieve de esas montañas. Ya no hay jaulas ni paredes que aprisionen mi alma. Mi corazón, mi esencia, mi espíritu se vuelven salvajes como mis tierras surandinas y guardianas de su belleza implacable.