Quizás sea mejor anudarse a la vida
que estrangularla de rutinas cada día
mientras el tiempo se nos va.
Asirla por la punta de sus labios con la quietud de un miraje misterioso
y besarlos largamente antes de siquiera despedirnos
y poder decir que a la sombra del ciruelo le ha nacido una estrella
o que el viento peina hoy las canas de la orilla con parsimonia inusitada,
esa misma que tanto place a los gorriones de tus ojos,
esos que me hablan de la llama en el amanecer al milagro del amor
y de tantas otras cosas que aún no bastarían cien vidas para contar cada detalle,
cada matiz,
cada pulso que se refleja en el venero rumoroso
donde, manso, fluye todo como debe...
O quizás sea mejor asesinar el alma a manos del olvido,
pero hoy, créeme, no es ese día,
al menos todavía.
Y me gusta que así sea.