Enmudece el cantar de querubines
por la lluvia dejando socavones,
tristemente soltaste tus arpones
y besaste con trampa de los caines.
Decidiste turbar a mis jardines,
incoloros marchitan los crespones,
inconclusas y mustias las canciones
de un telúrico olvido en mis confines.
Y si vuelve a mi reino tu penumbra,
regiamente seré una luz en sombra
tan brillante y tan blanca del camino,
a esa plácida luz que siempre alumbra
le diré que tu frente no se nombra
y jamás, una cruz en mi destino.
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Marilyn
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