No me arrebates la melodía de la soledad,
que tanto insiste en irse y la euforia de la misma es inconcebible para renunciar a ella sin recupero alguno, pues no disimulo que tanta oscuridad habida la daña la luz de una compañía.
No me quites la sensación de desamparo, tanto me ha costado acostumbrarme al mismo, que me desconsolaria tan solo dejarlo de lado para correr al refugio caluroso de unos brazos delicados y un beso, los lujos esconden o atiborran el pasado que tanto he afirmado como ineludible.
No me arranques de mi vida la ignominia, la desazón y el escepticismo, me alejé del dogmatismo de la gracia y el perdón, para refugiarme en la indiferencia y la apatía, cual hebrón asediado por diversas civilizaciones y sin embargo permanece en busca de su Israel.
No, por favor no. La hiel es mi mochila y mi carga. No quiero un Simón de Cirené que me lleve esta cruz, no quiero ser yo tampoco aquel madero. Siendo sincero, ser libre es una vulgaridad para aquellos que se suministran la heroína de aquellos recuerdos donde la felicidad fue personificada en sí misma como para descubrir que es una mentira.
No, ¡Te lo suplico! no me alejes de mi.