ZMRS

**~Novela Corta - La Guitarra en el Mar - Parte III Final~**

La vida de Tomasa, se siente como ir y venir lejos de la vida. Y, sí, que es ella, Tomasa, la que es toda masa, la del cuerpo de guitarra, la de la cintura de avispa y las caderas con curvas. Sí, es Tomasa, la que desea ser feliz, pero, hay y existe un hombre que la persigue a pie y a sombra, es la que quiere y desea ser feliz a toda costa. Si su vida se aferra a la manera de actuar en que esa acera la lleva a la playa y a lo que más se asemeja a las olas contoneando su cintura y sus caderas con las aguas del mar verdoso. Cuando en el alma y más en el corazón se abre para amar y dejar una sola salvación, cuando se siente como el ir y venir lejos de la realidad, cuando en el alma y más en la luz se siente como un pasaje de ida y sin regresos. Si en el instante de creer en el amor a toda costa se siente Tomasa como la guitarra en el mar, sí, en el medio del mar y más como una silueta dejando inerte a la razón desvestida de tiempo, de cruz y raya. Solamente Tomasa, se aferró al instante de dar una sola insistencia de creer en la razón, por la cual, se aterra la fiebre de dar una vida soltando una fuerza en el corazón para amar forzando el juego del amor entre ése hombre, Tomasa, e Iván. Cuando en el rumbo incierto se dedicó en ser como aquella acera que recorre Tomasa, hasta poder llegar a la playa a dar un chapuzón en esas aguas templadas, sosegadas y tranquilas, por las cuales, se aferró el deseo de enamorar a Tomasa, sí, ése hombre en la playa. Y se hizo el cielo lleno de una luz condescendiente, inerte y fría, pero, llena de un sólo calor. Y se atrevió a desafiar la vida, al amor, a la pasión, a la vehemencia, y a la conmísera actitud de creer en el desierto frío, pero, no, no era más que el mismo mar abierto, sosegado y templado. La cara de Tomasa se aferra al deseo de creer en el desconcierto frío y de dar con una sola vida la esencia y la presencia frente a ese mar abierto, sosegado y templado desnudando de iras y la vida. Porque el alma de Tomasa, se fue de este mundo y de este firmamento y de ese cielo menos de ese mar templado, sosegado y tranquilo. Cuando ocurrió el trance de lo perfecto, se dedicó como la fuerza en el corazón, cuando en el delirio delirante de creer en el trance de la verdad, se aferró a las aguas cálidas de ese sin ser impetuoso mar. Cuando en el trance de la verdad se aterró al desconcierto en ver, otra vez, de cerca a ése hombre que la persigue a pie y a sombra a Tomasa, sin ella haber descubierto de que la persigue, para con ella tener una noche clandestina y más con la guitarra en el mar, y con ese cuerpo de guitarra que le contornea el mar en ese cuerpo delicioso que se lleva la admiración de todos o muchos hombres en la playa. Cuando en el imperfecto momento se aterró y se aferró al tiempo, dedicado en ser como el mejor aliado de la vida, de la temporada y de ese mar desértico. Cuando en el trance de la vida, de la esencia, y más de la insistencia sosegada de un espanto seguro, cuando su vida y su lucha en la vida por el amor verdadero de Iván se tornó exasperante e inocua de verdad. Cuando en el alma y más que eso esperó a que el hombre decidiera a amar a Tomasa, pero, su decisión se tornó más larga que el tiempo en infinito. El deseo y el sol a cuestas de la razón se vio sorprendido cuando en el alma de Tomasa, se electrizó la forma de creer en el corazón amando a toda costa. Y se dedicó en ser la fuente y la fuerza en mujer, pero, su inocencia, misterio y su insistente corazón tan blando como una gota de agua de ese mar tranquilo y en paz, si así está su corazón templado, sosegado y con una paz envidiable. Y Tomasa se vio indecorosa, impetuosa, inerte y con sangre fría, como si las aguas templadas y sosegadas de ese mar, aún, estuviera ella dentro de ese mar abierto y templado y sosegado. Cuando en el alma se dedicó en la creencia de dar una sola señal desértica cuando en el enjambre de la playa se vio al sol, a la arena y al mar hacer de lo suyo divertir a la gente que visita la playa. Y Tomasa, la guitarra en el mar, la que es toda masa, con ese cuerpo semidesnudo, con un sólo bikini, el cual, deja a la imaginación de cualquier hombre el deseo, la lujuria y la vehemencia. Porque cuando el alma de Tomasa se vio como la verdad inocua, se transfiguró el deseo y la lujuria, pero, el amor verdadero de Iván. Iván no se halla en la playa, pues, trabaja en el mercado, mientras tanto Tomasa, cruza, otra vez, la acera hasta poder llegar a la playa. Y, allí, se torna insegura, pero, con demasiado fructífero amor. Cuando se siente llegar al amor en camisas de deseos, y en la vehemencia y en la pasión desnuda. Se torna insegura, inestable, pero, insuficiente cálida, como si fuera a decaer en la ira insolvente de dar una punzada en el solo corazón y demostrando que se puede amar sólo quedó la jovencita llamada Tomasa en ser la mujer de ése hombre que la persigue a pie y a sombra para obtener de ella el amor cálido, puro e inocente, y con ese misterio de su vida se le acerca a Tomasa. Tomasa, una muchacha inocente, pero, muy real en la verdad de su cruel alma se siente como desprotegida de la vida, y del amor. La muchacha llamada Tomasa, se siente sola, y en eterna soledad se debate una sola tristeza por no tener de compañero a Iván en la playa tocando su instrumento favorito. Iván trabajando y Tomasa en la playa tomando el sol y acariciando con su cuerpo de guitarra a las olas del mar, y tocando la melodía con su guitarra. Y solamente acariciando las cuerdas agudas y graves con sus dedos realiza la melodía más concordante que se puede escuchar, entre el viento, la arena y la playa y por supuesto el mar. Y triturando la voz para poder cantar se dedica Tomasa en una parte de la playa se dedicó en ser como la gran voz de tenor cantando la canción más endecha y más triste, y quedando en el suburbio automatizado de un espanto seguro, incierto como ese mar tranquilo sesgado, oblicuo, como alfil del ajedrez quedó Tomasa entre ese mar quieto, tranquilo, sosegado y templado. Y esperando por Iván halló lo que nunca a un hombre que la mira de lejos. Y ése hombre, era nada menos y nada más que el hacendado del pueblo, un hombre soltero, esbelto, y delgado con barba de unos cincuenta años. Tomasa lo mira de abajo hacia arriba sentada en la playa, porque en el trance perfecto del sol, arena y playa, el hombre se presenta como el hacendado del pueblo, y que desea conocer al primor de la playa y de ese mar, a la guitarra en el mar, sí, a Tomasa. Tomasa le pregunta su nombre, pero, el hombre no le dice nombre alguno, sino que se presenta como el hacendado del pueblo y que desea conocer a Tomasa, para tener una noche clandestina con la guitarra en el mar. Y le expresa que el silencio y su cuerpo entona la canción más favorita de sus oídos, el susurro del viento que hace el viento por Tomasa entrar al mar y bañar ese cuerpo tan lindo entre las olas de ese mar templado, sosegado y tranquilo como la paz en que se halla ese mar cuando Tomasa lo penetra con sus caderas y cintura. Si en el trance de lo perfecto y lo majestuoso del momento Tomasa le expresa que espera a su amor verdadero. Y el hacendado del pueblo le dice que sí, lo conoce y le dice su nombre que es Iván. Una mentira que estira a lo más falso de este mundo y todo por obtener de la muchacha lo que más desea y quiere: una noche con la guitarra en el mar. Tomasa, la que es toda masa, la guitarra del mar, con ese cuerpo extra bonito, quedó tambien prendida del hombre. Si ése hombre la hipnotizó con su mirada, con su fuerza viril, con su estrategia y con la experiencia de un hombre y más de su edad. Tomasa conversa con ése hombre un rato sentada en la playa y ése hombre al lado de Tomasa. Y, Tomasa, la que es toda masa, quedó embobada, lerda y tonta con ése hombre, el cual, le habla bonito, pues, es un señor, el cual, con su zalamería de hombre cautivador no claudica sino cautiva a Tomasa. Y Tomasa, sentada en la playa en la espera de Iván, y Tomasa no quiere más estar enamorada por ése hombre sino que ella ama a Iván, su verdadero amor. Iván llena a Tomasa de pasión, vehemencia, con calor y con sudores extraños de amores pasionales. Cuando Tomasa lo ama, y lo expresa a los cuatro vientos en esa playa, por donde se siente el calor, el sudor, la excitación, las olas y el mar sesgado y oblicuo contorneando a las siluetas de los cuerpos cuando penetran al mar dejando saber que el deseo en bañar sus cuerpos es de ese mar sosegado, y templado y con una paz envidiable. Y dejando saber que ese mar se convierte en razón para todo aquél que lo penetra, pues, también tiene y posee sus leyendas y cuentos. Y es que el mar es tan hermoso como la guitarra en el mar llamada Tomasa. Ése hombre pretende a Tomasa, para con ella pasar una noche clandestina y con esa jovencita de apenas con la juventud a flor de piel. La muchacha se dedica a tocar la guitarra junto a Iván frente al mar. Y entona la canción endecha, la melodía más triste de la primavera frente a ese mar y con la guitarra en el mar. Cuando en el mar templado y sosegado está sentada Tomasa conversando junto a ése hombre, el cual, quiere con ella todo lo que desea un hombre en una mujer. Y Tomasa quieta, tranquila como el mar que tiene de frente, esperando por su amor verdadero Iván en compañía de ése hombre, el cual, pretende a Tomasa, a la que es toda masa y a la guitarra en el mar. Tomasa, se quiere dar un chapuzón en el mar y en ese mismo instante en compañía del caballero, y Tomasa toma su toalla de playa y la deja tendida sobre la arena y la playa sosegada y templada, y con un instante sobrenatural y Tomasa decide nadar en ese mar. El caballero casi infarta de la emoción y al ver el cuerpo de guitarra de la jovencita contornear y con las olas del mar sobre su cuerpo dejando su silueta marcar con ese mar atrevido, sin ser bravío, templado y sosegado. Y Tomasa hace su entrada triunfal hacia ese mar que la posee, que la tiene, que la ama, que la besa, y que le dice ¨sí, ven a mí¨, y Tomasa, por supuesto, en paz y tranquila, con el alma en pedazos por ese mar sesgado y oblicuo y como alfil en medio de los escaques del tablero de ajedrez, ella, lo transmuta, lo transfigura y lo traspasa. Y Tomasa, siente en su candor de mujer vírgen como ese mar que la tiene, lo transmuta como tormento, y como una terrible tempestad, en la cual, desea ser como el ave Fénix, y resurgir entre cenizas heladas, entre el calor y el tormento, y en poder envenenar a la sola salvación. Y Tomasa, la que es toda masa, la guitarra en el mar, la del cuerpo de guitarra, la que contornea bien a su cuerpo, a sus caderas y a su cintura. Y el hombre astuto, consciente de lo que quiere y que desea a ésa jovencita llamada Tomasa, sólo desea ser el hombre que ella quisiera tener, pero, sus deseos se vuelcan como tormento sin cesar, porque cuando en el tiempo y más en el ocaso de ese día por la tarde el hombre, el hacendado del pueblo, se entristece porque todavía y aún no puede tener a la jovencita llamada Tomasa en su lecho y más en su corazón amando como nunca. El hombre quedó como la mala suerte, cuando en el trance de la verdad, quedó como el desenlace fatal de no tener a Tomasa en la fantasía y en su cálido lecho. La muchacha chapoteando en el mar fresco, cálido, sesgado y templado como un delirio delirante y con el sol a cuestas por una sola razón. Cuando en el ocaso se desviste de tiempo y de un mal sosegado y de un sólo mal destino en que el deseo entristece cuando al hombre se le acaban las excusas en entablar una conversación con Tomasa, cuando llega Iván a buscar a Tomasa. Iván le advierte como hombre que no le haga daño a la muchacha, pues, su inocencia, misterio e insistente corazón valía oro para Iván. Cuando en el embate de creer en el amor a toda costa, se entristeció por nada y por tanto, el hombre, el hacendado del pueblo, por el cual, desea pelear por el amor de Tomasa, y se siente como lo peor, un sólo hombre sin adargas y sin escudos, para proteger sus intereses. Y quedó como un tormento y como un suburbio automatizando la espera y tan inesperada en su propio coraje y del mismo corazón. Cuando en el instante Tomasa corrió como nadando en la espera inesperada de creer en el trance de la vida por haber esperado a Iván en la playa. Cuando en el imperfecto momento creyó Tomasa en naufragar con su propia inocencia, misterio y, muy indefensa del amor, quedó Tomasa al lado de Iván, su verdadero amor. Tomasa se vio intransigente cuando ése hombre acecha con devorar a su cuerpo de guitarra con los ojos, sí, a la guitarra en el mar. Tomasa se atrevió a desafiar un tormento y a un ineficaz momento cuando por temor se aferró al desconcierto de atreverse a ver al sol con sus propios ojos de luz. Si Tomasa se va de la playa, se va del temor y del incierto y más de ése hombre, el hacendado del pueblo, en querer amarrar al mar y a la arena y a las perlas en conchas del mar a su insistente piel y más al deseo inerte de su insistente corazón. Si Tomasa deja de ver el reflejo del sol en sus propios ojos de mar, arena y con las perlas en conchas de ese mar desértico. Tomasa se siente como un mar desértico, templado, en paz, y con una tranquilidad inocua, cuando a la verdad se sabe que el desafío se aferró al mar, a la arena y a las perlas en conchas que da ese mar. Tomasa se aferró al desconcierto frío de entrever a la razón en cuestión de un sólo segundo. Es un día muy feliz, se casa Tomasa con Iván, y se siente como las cuerdas de la guitarra, y la guitarra en el mar, con la arena, con las perlas en conchas, y el sol se entrega en cuerpo y alma a su amor verdadero a Iván en la noche clandestina sosegada, templada, sesgada y oblicua y en paz  y en tranquilidad, queriendo derribar el amor, la pasión y la vehemencia carnal, y su verdadero amor tocando las notas agudas y graves a la guitarra en el mar, amando a Tomasa como a ese mar templado, sosegado y en paz. Y, Tomasa, la guitarra en el mar, quedó impetuosa, pero, en paz amando a su amor verdadero, como a las cuerdas de la guitarra tanto agudas y graves y entonando la canción que melodiosamente cantó junto a Iván a la orilla de ese mar, siendo Tomasa, la guitarra en el mar, sí, con el cuerpo de guitarra y la canción endecha que sólo le dice a Iván, -¨toca la guitarra como a mí me gusta¨-.       

  

 

FIN               

 

Toda Novela Corta Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez

Seudónimo: EMYZAG