José Luis Galarza

Epistemología del encantamiento (Prosa poética)

I

El canto


El altavoz retoca la frecuencia que respiramos porque toda palabra es musical.
Comencemos por apreciarla.

Apreciar es detenerse a contemplar las minucias. Los pormenores. El temblequeo.
La mínima vacilación. Las palabras que empujan por escapar de las cárceles cotidianas.

Las palabras que se apiñan en la boca y producen dislates.

Apreciarlas es palparlas, degustarlas y brindar por ellas. Entender el juego. Sobre todo la importancia del juego. Entender cómo bailan en la lengua del hablante las ideas. Entender cómo en las ideas baila el nombre. ¡El nombre! ¡El nombre no es una palabra hueca!

Apreciemos el coro polifónico, el cambio de voces y de tono.
¿Cómo podemos escuchar con indiferencia el canto de estas aves?
Acaso estamos sordos.
¡Sordos!
¡Sordos!

¡Visitemos todos a un fonoaudiólogo y a un foniatra!
Los sedimentos que el viento trae nos rozan para despertar la piel muerta.
¡No mueras vaciando las palabras! ¡No ahueques los nombres!


II

Perfumes en el aula.

Los discursos están perfumados con la experiencia.

Cuando digo no reniego del olor a eucaliptos, a campo y tierra que se desprende.

Cuando digo no reniego de los almuerzos ni del aroma a hogar que nos visita.
La ciencia está viva en la garganta.

Cuando salen las palabras siempre vale la pena recorrerlas y perfumarse con ellas.




III

Infinitar la palabra


No se presenta con fórmulas de cortesía enrejada.
No siempre es aburrida.

Señor, la palabra no te falta el respeto, juega a disfrazarse.
Se aburre de la rutina. Y tira la moral al carajo.
Y entiende que puede divertirse.

Así las vemos. Divirtiéndose. A veces molestan como moscas.
Zumban en todo el espacio.

Pero si nos acercamos el murmullo nos muestra otra cara del lenguaje que nos esforzamos por expulsar.

Nos sofoca, avergüenza lo que zumban, desnudan la inseguridad.

murmullo y sonrisa, avanza y detiene
pausa y desespera, contiene y explota
se recupera, enferma, se mueve y silencia,
reconforta y despliega, contiene y machaca,
disiente y reafirma, anima y restituye,
desordena y acomoda, engorda y desinfla,
estropea, destruye, endurece y amolda
estira, espacia, se muele y se infinita.

Después de ver por segundos correr entre los muebles semejante despliegue del arsenal lingüístico, preguntan:

- “¿Y dónde queda la autoridad?”