Viento suave de la tarde,
astillaste mi vieja rebeldía,
con la suave melodía de tu esperanza,
zozobrando en tus alas mi arrogancia,
desterrando mi soberbia y mi ciencia.
Como excelsa fuente de armonía,
ofrendaste mi sangre al crepúsculo,
inmolando mis manos a la noche,
para fecundar en mi piel una caricia,
que germina salvaje en las entrañas,
y fenece sosegada en mi lecho.
Viento suave de esperanza,
me levantas como águila errante,
sobre el páramo humano,
me elevas a las cumbres para abandonar el hastío,
y reposar sobre frondas cósmicas y sonoras,
como arpas melodiosas en los brazos de la amada.
Brisa variante y fugaz,
con tu caricia embriagadora de soledad y sosiego,
quiero beber de tu esencia de flores,
gozar como fantasma abrochado a tu ala,
bajo tu fuerza ignota de ancestrales empíreos,
para tenderme suavemente como alma cansada,
y besar las aureolas de las noches intactas.