No soy una princesa.
No poseo reino o belleza.
Pero nací con la maldición,
de causar tristeza
a quien me entrega su amor.
Vivía resignada,
a morir sola y desdichada,
pero al encontrar su mirada,
quedé totalmente hechizada,
y no pude resistirme,
a su propuesta de sentirme,
y en su fuego consumirme.
Su esencia de rocío
me tiene encantada.
Desde que es mío
ya no pido nada.
Aunque al destino le ruego al oído,
no me use de instrumento,
para dañar el prólogo
de un cuento épico,
después de dejarlo herido
con el peso de mi arrepentimiento.
No merezco caminar de su mano,
porque podría hacerle daño.
Pero cómo podría escapar
de las cadenas de su compañía,
si está sirena quiere nadar
en en caudal de su piel toda la vida.
Con él la rutina,
es lo que para un bohemio la cantina.
Su voz es un viaje
a otra dimensión.
Y el reflejo de sus ojos,
crea portales
para hablar con Dios.
La poción de sus labios inmortales,
son reservaciones inagotables,
para desayunar pecados,
y cenar cuerpos sudados.
Sus brazos son rosales,
que pueden convertir ilusiones en reales.
Su cuerpo es la profecía
de la deidad de una ambrosía.
Y el ritmo de sus latidos
me estremecieron hasta el ombligo.
Es todo lo que he querido,
y sus huellas indelebles me liberaron
del hechizo de causar suplicio,
y me concedieron el vicio
de caer rendida ante su almíbar,
y por un instante de su tiempo
entregar mis siete vidas al viento.
Él es mi perdición y mi salida.
Me quiere arrodillada,
gritando, callada,
o mordiendo la almohada.
Él es el agua de mi piel mojada.
El relámpago de esta tormenta
electrizada.
Quiero, aunque no puedo,
cargar con el peso de sus miedos,
y decorar con felicidad
el casillero de sus sueños.
Pero las palabras siempre sobran,
cuando el amor desborda.
Y en la ruleta de esta noria,
él es la cursiva de esta historia.
Decir que lo amo es mentir,
porque esta pasión solo se puede sentir.
Para el amor de mi vida.
Mi octava maravilla.
Que cuida esta flor
sin pétalos de sol.
Y me quiere sin temor,
aunque sabe que puedo lastimar,
a quien se arriesga a beber mi sal.
Para mi mejor amigo,
mi consejero, mi eterno compañero.
Mi amante, mi esposo,
él mayor de mis deseos,
y la fuente de mis miedos,
porque ahora temo lastimarlo,
mientras lo estoy amando.
Silvia Robles