Annabeth Aparicio

Abrojo

¡Cuanta delicia

riqueza deseosa

puso en sus versos

la niña poeta!

La seda de China,

las perlas del mar,

el oro del África,

la miel de Canaán.

La sabiduría de Atenas,

la madera de la India,

las flores de Hawaii,

castillos de Alemania,

y todas las piedras

preciosas de Dubai.

¡Cuanta ricura,

fortuna infinita!

La niña poeta 

juntó los tesoros

con sus manos, 

más bien, con sus sueños.

Los colores de diciembre,

idilios abrileños,

para que fuera un deleite

a sus divinos ojos.

¡Mas que pena, que sus ojos

nunca llegaron a admirar

no hubieron de contemplar

la exquisita belleza

del paraíso terrenal!

Que la niña, con amor

le quiso juntar.

Toda llena de esplendor

y en el viento mecida,

su poesía sigue perdida

y la niña se muere de amor.