Su mirada desprendía
el recelo que ocultaba,
laberintos de prejuicios
perdidos dentro de su alma.
En su escudo infranqueable
permanecía abrigada;
sentenciar no pretendía
pero sí mostrar sus cartas
con barrera de por medio
por su falta de confianza.
Muy ligera obedecía
a sus formas tan ingratas,
con personas, ante todo,
y cada cual de su casa.
Los prejuicios causan daños
con etiquetas tan falsas,
quien nos tacha sin motivo
de su falsedad no escapa.