La biblioteca ardiendo por los libros
que ojeo circunspecto, sigo absorto.
Opto por uno, abierto aquel hechizo
en su perfume hiriente me demoro.
Es la antesala, previa a nuestro arribo,
tu ausencia me devasta, leo y lloro.
Cardos de poesía... y tanto frío...
en el calor de páginas deliro.
Susurran voces, crece leve un ritmo
del vaivén de las calles y de rostros,
con vapor del café tu nombre escribo,
con aroma a molienda... que atesoro.
El tiempo en páginas del infinito,
entre voces silencios que recojo
cierro la poesía... sueñan signos
con una melodía... y un nosotros.