En el frío hipocentro de la alcoba
sin tus besos que reanimen
al enterrador de pesadillas
las paredes sucumben sobre mí.
Avalancha de miedo y hielo.
Toneladas de mamuts ultracongelados
ensartados por lanzas de otros cazadores
igualmente extintos
presionan mi pecho hasta tatuar mi espalda
con las tablas
del somier.