¿Dónde estáis muertos de Mayo?
Cerca de mil novecientos,
una multitud se alzó
la sangre se derramó
por forjar nuevos cimientos.
Y acabar con los tormentos,
intentando conseguir
pudiera por fin salir
de su miseria el obrero
y no ser solo un apero,
... un útil para servir.
Así se fraguó la cosa,
por un tiempo mejoró
pero muy poco duró,
muy poco vive la rosa.
Volvió en forma silenciosa
el obrero a mal vivir,
cesaron sueños de fluir
y hundido y acogotado,
sigue el obrero humillado
si quiere sobrevivir.
Mi padre pasó un calvario
de sol a sol trabajando,
al patrón siempre lidiando
por un mísero salario.
De penas todo un rosario,
sin alzar nunca cabeza,
¡Dios mío cuánta pereza,
ser siempre de los de abajo!
Por no cortar ya de cuajo
del mundo tan gran vileza.
Mientras algunos decían;
¡con ocho horas... y no más,
para vivir ganarás!
Y algunos se lo creían.
Pero otros ya traslucían
en eso una mala broma,
¡que no hay pobre que se coma
ni un mal cocido de col,
si no es que de sol a sol
en el campo se desloma!
De siempre fue bien al rico
que el pobre de pobre siga,
a él le importa una higa
que crezca como un borrico.
¡A ver si mejor me explico!
De estudios darle bien poco,
los justos para que el moco
se lo sepa bien limpiar
y aprenda solo a currar
trabajando como un loco.
El obrero al caminar
parece casi un cangrejo,
hacia atrás se va el pendejo
cuando parece avanzar.
Pues otros lo quieren guiar,
sin querer dejar que avance,
ni salga nunca del trance
por el que vino a penar,
sin nunca poder lograr
que la vida le de chance.
¡Suenen gritos por el pago!
¡Alcen sus voces al cielo
digan que estamos de duelo
por los muertos de Chicago!
Y fue aquel un día aciago,
un cuatro de Mayo era.
Creo que la primavera
en esa fecha sangrienta
sin que nadie se de cuenta
en llantos se desespera.
¿Dónde estáis muertos de Mayo?
¿Dónde el sueño se quedó?
¿La sangre de qué sirvió?
si perdimos hasta el sayo.
Vengan fuertes como el rayo
las nuevas generaciones,
se inunden los callejones
de voces lanzando el grito,
¡deje ya de ser un mito
la igualdad de los cojones!
Oigo rugir en sus tumbas
aquellos muertos de mayo,
¿Dónde quedaron los sueños,
que un puñado de valientes
despertaron en Chicago?
¿Y dime Ángel, dónde está
esa sangre derramada?
¡Qué no ha servido de nada!
Sigue el pobre en sus miserias,
sigue el rico en sus calesas
tiradas por ese obrero
que no levanta cabeza.
¿Cuándo un chorro de agua fresca,
caerá sobre la espalda
de aquel que sufre y aguanta
la locura de quien manda.
Veo a los muertos de mayo,
¡de sus tumbas se levantan!
Y ya nos gritan; ¡Cobardes,
por qué permitís la infamia!
¡Alguien ya tiene que alzar,
otra vez el grito al viento!
¡Qué nuestra sangre reclama
haberse perdido en vano!
¡Qué sigue siendo el obrero
el burro que sufre el palo!
¡Qué nadie se olvide nunca
de los muertos de Chicago!
Mercedes Bou Ibáñez