La mañana siguiente era domingo. Beatriz, fiel a su costumbre en fin de semana, se quedó descansando hasta las 9 de la mañana. No así Mariano, que evitaba siempre quedarse más tarde de las 8 de la mañana en la cama.
Se levantó, puso a colar el café y esperó paciente a que estuviera listo. Se sirvió una taza y se fue a la mecedora a recordar la tarde del día anterior. Sin darse cuenta, empezaba a identificarse con ese lugar en la casa, además que le agradaba para estar consigo mismo y sus pensamientos.
A las 9 de la mañana en punto, sirvió una taza con humeante café y se la llevó a Beatriz, para despertarla como lo hacía desde que se casaron, y que era ya como un ritual. El domingo transcurrió entre el desayuno con sus hijos, el salir a pasear los cuatro caminando por las calles de la ciudad, como lo habían hecho tantas veces, aunque muchas ocasiones sus hijos preferían salir con sus amigos y no con ellos, como suele suceder cuando crecen.
En la tarde, ya después de haber caminado y conversado largamente, regresaron para prepararse para su trabajo de la siguiente semana. Revisar tareas, reportes, exámenes, preparar clases y materiales, tutorías y asesorías eran el pan de cada domingo en las tardes para iniciar semana.
Pasaron varias semanas, meses, años. El compartir los dos un día a la semana en ese espacio de su casa, se volvió algo que no podía pasarse por alto. Los identificaba, los unía de manera muy especial y les permitía disfrutar de sus conversaciones largamente, como nunca lo pensaron, en momentos que les pertenecían solamente a ellos. Taza de café, una copa de vino, o inclusive un té, eran más que suficientes para estar juntos en esos momentos de compartir.
Sus hijos se fueron a estudiar fuera de la ciudad. Pensaban, sobre todo Mariano, aunque no dejaba de sentir pesar, que era la lógica cuando ya es hora de emprender el vuelo de la casa paterna.
Beatriz era un poco más sentimental, pero sabiendo que alguna vez ellos hicieron lo mismo, se resignaba, aunque guardando la esperanza de ver a sus hijos pronto, posiblemente en las vacaciones más próximas.
Un día, los dos decidieron que había llegado la hora de cerrar su ciclo como maestros de escuela. Ya habían pasado treinta y cinco años de ejercer la docencia, y pensaron en poner un nuevo rumbo en sus vidas. Laura había terminado su carrera de medicina y estaba realizando la residencia en medicina interna, en la ciudad de Guadalajara. Por su parte, Miguel Ángel ya había terminado la carrera de Químico Fármaco Biólogo y se había ido a estudiar una maestría a la Ciudad de México.
Después de haber vivido tantas situaciones en sus vidas, hoy Mariano y Beatriz se dan cuenta que tienen un mundo por conocer, y que ha llegado el momento de iniciar un nuevo ciclo en sus vidas. Por ese motivo es que ambos decidieron iniciar su trámite de jubilación en sus respectivas instituciones, con la despedida de quienes los acompañaron en todos sus años de trabajo. Aunque ya están jubilados de ejercer el magisterio, siguen llevando a cabo ciertas actividades como asesorías de tesis, conferencias sobre estrategias educativas y hábitos de estudio, entre otras cosas, cuando están en la ciudad.
Sus hijos ya los convirtieron en abuelos de tres nietos, que causan una revolución cuando han llegado de visita a su casa, con el consabido gusto por ver de nuevo la familia reunida.
Mariano sigue despertándose temprano, fiel a su costumbre, y le sigue llevando café a la cama a Beatriz, como desde que eran recién casados. Ella se sigue despertando a las nueve de la mañana, fiel a una costumbre que ya es parte de sí misma, aunque ya sin la premura de tener que hacer cosas que incluyan a sus hijos, hoy ya formando parte de sus respectivas familias.
El tiempo ha mostrado a Mariano y Beatriz que su vida ha sido intensa, productiva e interesante en muchos aspectos. A lo largo de los años, su convivencia, con altas y bajas, les ha dejado enseñanzas que han sabido y podido aquilatar de muchas formas. El cuidar de sí mismos, para alcanzar una edad madura sin problemas de salud física y mental, ha sido un gran regalo que la vida les ha dado. Vivir recolectando lo que sembraron a través del trayecto de su vida, es una justa recompensa para dos seres humanos que se encontraron y han sido honestos consigo mismos y con lo que los rodea.
Mariano recordaba, en su mecedora, la historia de sus vidas. Tanto él como Beatriz estaban cercanos a los 60 años, y le agradaba traer a su mente esas vivencias de cuando eran jóvenes y de cómo su vida había llegado a lo que son hoy: dos personas que se necesitan y que están agradecidas con lo que la vida les había regalado en todos los aspectos.
Beatriz se acercó lentamente, interrumpiendo sus pensamientos. Pone su mano en el hombro de Mariano, seguido de un abrazo rodeando su cuello por la espalda, al tiempo que, sonriendo, le pregunta: -¿Me invitas un café y conversamos?- Mariano voltea y le responde: -Siempre habrá una taza de café y una conversación para la ocasión, pero lo que siempre será único es la compañía de alguien especial.-
Y como desde muchos años atrás, cada uno tomó su lugar en el recibidor, en su mecedora, para conversar, recordar y vivir.
Final e inicio a la vez...
Arturo Eduardo Gámez Torres
Baja California, México
\"Entender el sentimiento del alma y los secretos del corazón ...\"
Todos los Derechos Reservados @