La voz del locutor radiofónico
es sensual y agradable,
las ondas mágicas
me acompañan en la noche,
mi bondadoso perro
también alivia mi soledad.
Mi amor vigila atento
el edificio de cristal
y con la música de su ordenador
araña el silencio
y alumbra la planta donde está.
Ronda tras ronda el tiempo pasa:
la noche, la madrugada,
y poco a poco el amanecer
deja paso a la mañana
y por fin acaba la jornada
de mi fiel amor.