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**~Novela Corta - La Carta Que Nunca Escribió - Parte III Final~**

Y, Pedro, ingenuo, indefenso, e inocente de todo sólo quería con Violeta lo que todo hombre desea en una mujer como Violeta, el amor y su corazón. Pedro, se enamoró de Violeta y como todo hombre, sólo la quería cortejar como un hombre a una dama, pero, el tiempo, la aya y la situación del impedimento de Violeta se lo impide a Pedro. Mientras, Pedro trata de conocer a Violeta, Pedro decide escribir una carta para la señorita que a él le gusta y que desea cortejar. Y, comienza así la carta, pero, queda ingenuo, indefenso e inocente por escribir versos a su amada y lo que más siente en su propia alma. La carta tenía que ser una carta directa, de amor, pasional y por demás una carta que le exprese todo lo que desea Pedro decir a Violeta, la de vestidos y de colores estampados. Cuando Pedro sólo quiso ser como el mismo sol, o como el mismo imperio de sus ojos mirando a su sol y que era ésa mujer de nombre Violeta. Y Violeta sólo quiso derribar en la mirada de esos hombres que la desean, porque aunque tiene un impedimento o condición, pero, Violeta en su elegancia quiso ser como la alborada y como ese atardecer en que ella va y viene de la institución de aprender las letras y la lectura. Cuando en el trance de la verdad, se vio fríamente indeleble Violeta cuando sólo quiso hallar a ése hombre que la miró con amor, con ternura y con pasión desde que el amor llegó a su vida. Cuando en la insistencia de Violeta, se vio intransigente, inocua, pero, muy certera en buscar a ése hombre que la miró detrás de ella en el lago y que le sonrío y que Violeta también le sonrío. Cuando, realmente, se vio como la señal dando ruidos como para hallar el amor en el corazón. Cuando el alma de Violeta, se siente como el desenfreno frío y de un sólo mal tiempo. Cuando en el afán de creer en el amor, Pedro, sí, Pedro, trata de escribir la carta para que su amor Violeta supiera de ese amor en subrepticio dolor que oculta Pedro a su amada. Y empieza el encabezado en bloque, pero, realmente, otra vez, estruja otro papel y lo desecha. Porque cuando en el trance de lo más perfecto a Pedro le llega la musa inspiradora cuando en el alma de Pedro supo unos versos con una rima inigualable y escribió esos versos, pero, sólo los imaginó en su imaginación y sin poder llegar a escribir. Porque cuando en el alma de Pedro se entristeció de tanto y por tanto y fue indeleble la razón perdida por ésa mujer de nombre Violeta. Si, Pedro, fue como el horizonte o como el mar perdido o como la ira en el cometa de luz, cuando se escurre el trance de la verdad de que el tiempo ocurre como el infinito desenlace. Si en el tiempo y más en el ocaso inerte de creer en el suspiro se debió de sentir el suave sol en la piel cuando Pedro escribe versos, sí, para su amada y más para Violeta. Y se da de cuenta de que el universo y el firmamento se enfrío de musa inspiradora cuando en el afán de creer en el cometa de luz se adhirió el instante en poder creer de que Pedro escribe la carta, sí, la carta que nunca escribió. Cuando recorre de punta a punta el zaguán donde pernocta Violeta, y Violeta sin dar de cuenta de que ése hombre la ama como ella también lo ama, sí, desde que en el reflejo del lago se dio la sonrisa más hermosa entre ambos jóvenes. Y se dedica en escribir versos con besos para su amada llamada Violeta, y sin saber ni sospechar de la verdad de que el nombre de ésa mujer es Violeta. La Violeta del color de las trinitarias o de las margaritas, o de la flor más bella la orquídea. Y se edificó su estancia en el zaguán más bello de la insistencia en poder creer en el alma a cuestas de la razón más perdida, cuando en el embate de creer en la vida se edificó la tormenta como una sola lágrima que cayó desde sus ojazos por el amor verdadero de Violeta. Y Violeta con sus ojos de miel y sus cabellos castaños como la misma miel, se electrizó la forma de otro día más en la institución donde aprende las letras y a leer correctamente por ser una mujer muda. Cuando en el alma de Violeta se entristece de tanto y por tanto de creer en el amor a toda costa de dar una sola salida a ese amor que Violeta busca, sí, al hombre del lago que le sonrío y que ella le correspondió de tal manera y quedó prendida de amor por ése hombre que aún no halla ni conoce. Cuando en el alma de Pedro, se electrizó la forma de amar cuando a la verdad que quiso ser el hombre de cualquier mujer, pero, ésa mujer que le entrega todo hasta los vestidos de colores estampados. Cuando en el trance de la verdad, Pedro, se dedicó a escribir sin razón la carta, sí, la carta que nunca escribió. Y es otro día más sin su amor en el corazón ni poder palpar a su instinto de dar una conmísera atracción de creer en el delirio sosegado de dar con la punzada en el mismo pecho o corazón de creer en el alma con la pena y la condena de no amar a Violeta como Pedro quiso y quiere. Cuando en el alma se debate una sola insistencia y en el corazón una sola verdad. Y porque en la noche a mitad de la madrugada y con vela encendida, Pedro, escribe los versos más hermosos para la mujer de sus sueños. Porque cuando a la verdad, quedó como automatizó la espera de creer en el combate de dar una pura señal y en el alma una sola osadía de creer en el camino frío desde su hogar hasta el zaguán por donde pernocta Violeta hacia la institución para su enseñanza de letras. Cuando la verdad de la triste temporada que pasa Pedro, en el desierto de su insistencia de creer en el corazón amando como nunca. Si, Pedro insiste en dar el primer paso en el amor y más en el corazón de creer en el desierto efímero de dar una sola señal en el corazón y fueron esos versos de su propia escritura y con tal errores, así, escribe Pedro. Y se fue el sol y la luna llegó, arribó la noche, otra vez, y  Pedro creyendo en los versos escritos por él, se unió el sol y la luna en su memoria y perdió la cabeza sólo pensando en la manera de amar a ésa mujer llamada Violeta. Pedro en su insistente corazón por amar quedó mortífero, indeleble al corazón, a la sonrisa y, al amor por ésa mujer. Todos los jóvenes están pendientes a Violeta cuando llega por la mañana y se va por la tarde paseando por el lago cuando en aquel momento se electrizó la forma de amar con la sonrisa perpetrada entre Violeta y Pedro. Ese lago como testigo fiel a ése amor sólo socavó una forma de atraer la conmísera existencia de Violeta cuando desea hallar a ése hombre como amor y se halla como príncipe en la búsqueda de su princesa en un cuento infinito que no caduca y es indeleble al tiempo. La vida de Violeta quedó callada, en silencio, enmudecida y sin tiempo alguno cuando el tiempo corrió de prisa sin amor, sin amar y sin latidos en el corazón. Pedro en su afán y en su delirio en escribir la carta se automatizó la espera de creer que la vida quedó y para siempre inmortal, trascendental, transmutada y, transparente, pero, no quedó de tal manera sino se fue de la vida amando como nunca a ésa mujer. Violeta en su afán de encontrar a ése hombre sin poder escapar del amor lo que halla es al hermoso lago con el reflejo de su rostro sin hombre sonriendo detrás de ella. El lago hermoso en su naturaleza y tan natural como lo creó Dios dejó que regresara Violeta al lago donde, una vez, se miró y vio a la más hermosa sonrisa detrás de ella. Violeta como la flor orquídea o como la margarita o como la trinitaria sonríe a la vida, al amor, al corazón y, hasta al hombre que desea amar, pero, aún y todavía no lo posee en sus brazos. Violeta callada, en silencio, inmuta y, decidida se vio mortífera, espantada, asombrada y, llena de pavor y de un temor incoloro, tenue, con luz opaca, pero, muy insistente y decidida en buscar a ese amor con la sonrisa que le agradó en su propio reflejo de una sonrisa tan bella como ella. Pedro continúa escribiendo la carta, la carta que nunca escribió y todo porque en su delirio en dar con una señal se electrizó su manera y su forma de escribir a la vida sucumbiendo en un delirio tan delirante como poder ser la esencia, la presencia en ausencia de ese amor. Pedro en el capricho contraproducente de creer en el amor a toda costa y saber que la carta que escribe tendrá respuesta alguna. Pedro en el delirio sosegado, templado en poder escribir la carta se siente apaciguado, espontáneo, liberado y, con el amor a plenitud en el corazón. Pedro se sienta frente al buró y con vela encendida a escribir la carta y el lápiz queda ruborizado por tantos versos por escribir, su esencia, su presencia en ausencia por estar ausente de un todo marcando la trayectoria de su vida con el amor de ésa mujer que, aún, ni Pedro sospecha su verdadero nombre. Pedro escribe con la luz de vela nada más y pasea por el zaguán directo hacia el camino de Violeta. La vida quedó petrificada, mortífera e indeleble cuando en el afán por escribir y porque Violeta  leyera la carta se electrizó el delirio de creer que la carta llegara a las manos de Violeta, pero, no, nunca llegó la carta, la carta que nunca escribió Pedro. Y, todo por temor a ser rechazado por el desamor de Violeta. La vida inconsciente de Pedro quedó mortífera de un espanto a ser rechazado por el desamor de Violeta cuando Violeta realmente lo busca como amor sin sospechar que ése hombre le escribe una carta de amor para ella. Pedro en esa noche fue esa noche que escuchó estrepitosamente un ruido ensordecedor y comenzó la guerra, la guerra del treinta y cinco cuando apenas comenzó a vivir. La bomba cayó directa al grano, en el hogar de Pedro y quedó muerto de un susto o de un infarto cuando escribía la carta para su amada Violeta. Violeta asustada de espanto por lo sucedido cree en la posibilidad de una paz, pero, no se da sino que irrumpe la guerra en un desastre desmoronando todo a su alrededor. El amor, la pasión, la vehemencia carnal no se dio entre Pedro y Violeta y sin saber uno del otro se amó en subrepticio silencio automatizando la espera por esperar por el amor y quedó el amor adherido a la paz, al silencio, al inmuto deseo como lo era Violeta muda. Cuando a la verdad que se aferró Violeta al deseo, a la perfección y a la distracción y al verdadero amor, cuando quedó sólo buscando a ese amor, por el cual, le sonrío en el lago y ella le correspondió de tal manera y de tal forma queriendo amar. Y la guerra se desató como pólvora en el suelo, como bomba sin estallar, como un suspiro indeseado, y como un trayecto perdido. Y como un ladrido de un perro, el cual, asusta, pero, no mata ni hiere en el camino. Y Violeta, como la flor orquídea, quedó como la misma primavera cuando corrió el tiempo, y su amor, sí, Pedro, el que le sonrío en el lago y tan hermoso, quedó abandonado, desértico y destruido con bombas y misiles de una guerra que se desató como lluvia desde el mismo cielo, o como el granizo cayendo en el suelo. Y Violeta sucumbiendo en un delirante trance de la verdad, se enfrío su esencia, su sonrisa, su amor en el corazón, cuando desde su interior sabía que nunca hallará a ése hombre, por el cual, quiso amar verdaderamente Violeta con un amor transparente, inocuo, y transmutado como el silencio e inmuto como el impedimento de Violeta. Y Violeta queriendo encontrar a ése amor, pero, en su propio coraje del corazón por haber quedado sin amor desde que en el mismo instante en que el suburbio automatizado quedó espantado por la guerra del treinta y cinco. Y, Pedro, aún, en el corazón de Violeta, se miró en el trance directo de creer en el delirio delirante en dar a conocer una forma y una manera en dar una sola señal perfecta. Y fue Violeta, como el verso que escribió Pedro en la carta que nunca escribió, pues, una bomba estalló como preámbulo a una guerra sin avisar. Y se electrizó la muerte de Pedro, sucumbiendo en un delirio delirante de creer en el amor a toda costa quedando como espectro alucinante en dar una conmísera mala existencia. Y quedó como el deseo, como el amor y como el corazón con latidos, cuando en el alma quedó como el gran suburbio de creer en el alma esperando a dar una sola señal. Y fue Violeta la que enredó su cometido, su transparencia, su transmutación y su inmuto dolor por ser una mujer  muda, pero, con la sonrisa lo dijo todo y fue aquel amor que le dio sorpresas en la vida, cuando con sus vestidos de colores estampados visitó al lago, queriendo observar su hermosura, pero, halló lo que nunca a un hombre detrás de ella, que en el reflejo del lago el sonrío y ella le correspondió con la misma ternura y sencillez del amor en el corazón. Y Pedro, el cual, nunca se sinceró delante de Violeta con su amor entre las manos y más con el corazón en pedazos por el amor de Violeta, y quedó Pedro con la carta que nunca escribió, por el temor, la ansiedad y por el miedo al rechazo por el supuesto desamor de una mujer muda llamada Violeta. 



FIN

 

Toda novela corta por Srta. Zoraya M. Rodríguez

Seudónimo: EMYZAG