Annabeth Aparicio

MAYO DE 2009

Recuerdo a ese joven

a ese muchacho,

de él me había enamorado,

era tan dulce, brillante

y fresco, como los mangos

que sostenían las ramas

de los árboles de mayo...

 

Recuerdo que a mi casa

muy alegre él llegaba

mi padre y su padre eran amigos,

al árbol se trepaba

los mangos cortaba

y en la mano me los daba

me hacía sonreír.

Su ropa era blanca,

su rostro blanco

cabello rubio y castaño,

yo aún era una niña

él ya era un muchacho

que venía con la luz del sol

en los días de aquel mayo...

 

Su espléndida sonrisa

aceleraba mi corazón

tierno en ese entonces,

sintiendo los primeros golpes

que el amor causa en la vida;

En todo brillaba su encanto

recuerdo sus acuosos ojos

extraño sus blancas manos.

 

Un día trajo su instrumento

y lo escuché tocar la armónica

sentí dulces notas

flotar en los aires,

tan placentera melodía,

y yo lo creí a él

un ángel del norte,

o un Apolo de América.

De como llenaba la sala

de perfume y de música.

Con candorosa gentileza

deleitaba mis ojos

y su voz a mis oídos.

Él era tan perfumado, pulcro,

desiderable, como los mangos

que frutecían en las ramas

de los árboles de mayo.

 

¡Pero se fue volando aquel mayo!

como todo se va, se fue ...

ese joven, tan guapo,

a mi casa ya no venía,

mi amor quedó ignorado,

y quedé triste, muy triste...

¡Él iba quién sabe dónde!

Dejándome de niña, enamorada...

 

Hoy, aquellos días vienen a mí,

el dorado que se ha borrado,

¿Dónde estará él ahora?

¡Por completo me ha olvidado!

Ahora yo tengo la edad

que él tenía en aquel mayo.

 

Nada en mí ha cambiado,

con hojas de nostalgia

y creo que aún amando

a ese muchacho

ahora ya un hombre

y que en su Iglesia se ha casado;

¡Ah, se respira tristeza

tardecita quieta,

se respira en el aire ausencia,

se oye el eco de un llanto

de un amor no correspondido!

 

Te recuerdo como un día tan lindo

Ah, como quise quererte

que volviera Mayo para volver a verte

con el sol de tu pelo y la luz de tu frente.

 

Ah, días que ya son lejanos,

tardecita de tristeza,

¡Recordemos, corazón solitario

pues ya solo recordar nos queda!

El alma se recuesta a un lado.

Él era tan bueno, tan tierno,

cálido, como los mangos

que crecían, en aquel idílico mayo ...