Adivino el lozano verde valle,
piano majestuoso de sonidos,
profanado de aguas cristalinas
deslizándose vertiginosas, y enamora
El iridiscente abanico cerúleo;
fosilizados tonos lloran dispersos,
horadando y puliendo el granítico
y entrecortado atrio resonante, de pasión
El Umbrío claustro de incrustados
recuerdos urdidos, verdes manojos.
Al abismo revolotean sobre lienzos
las cárdenas imágenes extraviadas, de amistad
Resplandor de esperanzas embebidas
en ocres terrosos, óxidos hidratados.
Vanas ilusiones gravadas al aire
pululan, transparencias de amor
Cerca, el remanso crece y revive
en reflexiones estancadas punzantes,
en generosas filantropías ondulantes,
vuelan, para nunca volver a bisar
¡Llueven, refrescan, anochecen trasparencias de amor!