Anduve, tal vez desorientado por la sinuosa huella
mientras salía de lo yermo que agobiaba
buscando el esplendor de primaveras
que vislumbraba en lo remoto de mi instinto.
¡Oh, corazón transido por centellas
que no habían sido sanadas por el tiempo!
Debí advertir esa mirada que hoy me mira
y esos labios que moviéndose en silencio
ahora me pronuncian en ecos recurrentes…
y la tibieza de esa piel que me acaricia.
Debí advertirlo y saber del inmutable encanto
que me esperaba en cercanías, donde estabas…
De mi libro “De mis últimas letras”. 2020 ISBN 978-729-540-5