La vi despampanante aquella tarde
tarde hermosa de ensueños y de excesos;
excesos de lascivias y de alarde
alarde de ilusiones y embelesos.
Embelesos de místicas promesas
promesas embriagantes de ternuras;
ternuras que alumbraron las pavesas
pavesas de pasiones y locuras.
Locuras que llevaban dulce anhelo
anhelo que portaba vehemencia;
vehemencia que ofrece gran consuelo
consuelo de divina complacencia.
¡Complacencia que viene desde el cielo
el cielo de febril incontinencia!
Autor: Aníbal Rodríguez.