Que otros, si pueden,
le canten las glorias
al amor, al desdén,
o la utopía redentora-
ya sabéis, todos hermanos,
casados y con descendencia,
a ser posible-; lo tuyo fue,
la quietud desierta y el incendio
de las nubes que acechan
con permanente incertidumbre.
La calazón humana hasta los huesos
y el aguacero irresoluble, impertérrito,
quemando, como un agua impropia,
tus sujetos y tus predicados, ya obsoletos-.
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