Hubo traidoras y traidores en mi camino.
Llegaron a mi puerta como palomas heridas,
que ya no podían a las alturas sus alas elevar.
y yo, compasivo y misericordioso,
con mi vino y aceite, sus heridas curé;
vestí su desnudez con mis mantos de lino fino,
comieron los mejores panes de mi mesa,
en mis propias manos les di de beber,
y con mi vida les devolví la vida.
Pero, una vez que recuperaron el vuelo
a costa de mis cuidados silenciosos,
desde arriba, todas creídas, me miran y se burlan,
y cada instante me repiten: ¡no te conocemos!