¡Qué tibia la mañana que despierta
en el dosel que cobijan tus abrazos!
Besos de sol deslizas en mi cuerpo,
pinceladas de aurora en mi regazo.
Amanecer de dos,
Cuando apenas habíamos sido uno
en el refugio de la noche,
en la complicidad del claroscuro.
Soplo de luz que dibuja silencioso
tu perfil sereno y taciturno.
¡Qué dicha de mi almohada que conserva
la esencia de tu carne y de tu fuego!
Fruta madura que te invita al juego
sin tiempos ni reservas.
Amanecer de dos
en un lecho de oro y filigrana;
porque a través de la ventana
nos besa el sol, y en guiños caprichosos
desliza nuestras sábanas, curioso.
Le intriga nuestro amor que se desgrana
y se vuelve a fundir una y mil veces.
Perfecta comunión,
sin amarras, sin culpa, sin dobleces.
Cuando nos besa el sol
y deja nuestros cuerpos impregnados
de trozos de arcoíris
de capullos de seda
y un enjambre de átomos dorados.
Amanecer de dos.
Se embriaga el aire de ambrosía y miel
despertando sin prisas
mientras el aire nos dibuja una sonrisa
con los besos del sol sobre la piel.