Madre.
Siempre cargaste, tu adiós callado en los bolsillos.
Tan oculto y sellado, que te creí, invencible.
Después…
Un hasta luego, no creíble.
Los días… eran todos soleados, sin nubes grises.
¿Si, era tu día?
¿Quién me lo asegura?
Aquella hermosa jornada, me visitaron las palomas.
Tan blancas, desde sus alas, hasta su melodía.
cantaban como siempre, en armonía.
Madre querida, una vez más…
Venciste la muerte…
El procedimiento clínico, fue todo un éxito.
La calma, ya había germinado,
La muerte, se esfumó.
Contemplábamos tu mirada.
Charlas y risas,
Fueron el plato fuerte del día.
Atisbabas alegre, reías tan contenta.
Las otras cosas, que guardabas en tus bolsillos,
Las amontoné todas, con tizones encendidos.
Humean hoy, en el olvido.