Frente al gran mar inmenso un pensamiento, una idea original, verde, eleva sus alas de aire leve, ateniéndose a la sabia libertad ateniense.
Crepitante arde siempre la verdad viviente, establecida al márgen de juicios ineficaces, como un fuego de amor inmortal. Lo saben los bosques, los árboles que sangran su savia antes de caer, y despues de volver a alzarse con la paz que los caracteriza, curando las humanas heridas impresas en la corteza de la tierra.
Natura, fuiste tristemente despreciada, maltratada por manos crueles, destructoras sombras te tiraron encima como cenizas, y sé que te duele la ausencia de un placer creciente, pero resistes, porque eres inteligente, y haces que germine la semiya, yergues el tayo quebrando la piedra dura si es necesario sublevarse ante la negrura oscura de la muerte superable.
Hoy amanece una Luna frágil, casi de piel, pero es entera de sangre, y fiel al corazón que rehaciéndose la reparte paciente hasta la mente de una manera impensable, y recreada es tu materia sensible, amante, cuando ves el agua deslizarse electrizante através del instante presente. Brotan bozos rojos en el cielo, ojos del color de la aurora suben a las nubes dulces, melosas, y cuatro labios se besan mientras se van los astros fuera, y el Sol entra sonriente cual infante fuerza en el agua que cae triunfante de las fuentes a flamantes raudales. Riman las aves sus trinos trivales, bien vienen voladores aromas suaves balanceando los bronceados brezales como brazos alegres, y el rocío acaricia la grama, que me agradece que pase pisándola sin mal en mis pies, posando mi alma descansada en una cama caliente, y más al yo yacer yeno de la luz refulgente que a la muerte esfuma entre la espuma crujiente, bajando para juntar la yuvia de ayer y yorar por última vez...