He presenciado a la vida acabar,
sin prorrogar su partida,
mofándose de los cánones
atribuidos a su dichosa y
misteriosa forma de obrar.
He notado su cortina iridiscente
pavonearse en nuestros ojos,
traspasando tintineante,
callada; casi muda…
instalándose en mi angustia.
Por instantes breves
pareciese que la vida nos dota
de una iluminadora lucidez,
provocada por el paso irrefrenable
de tu cada vez más cercana aproximación:
conforme más te acercas,
mayormente ahuyentas mi idea de futuro.
Estoy siendo testigo
(o más bien, participe)
de mi propia muerte.
Donde por vez única
creo percibir y comprender
correctamente la vida.
Donde por vez única
alcanzo a contemplar
el imperfecto altiplano del mundo.