Seguramente un druida veló por ti,
mi roble amado,
y aunque no he visto al muérdago
parasitar tus ramas o tu tronco
ciertamente advierto la magia de rituales
y el misticismo celta
del “hombre de los robles”, cuando te miro.
Fuiste venerado en religión pagana
y te venero hoy y te bautizo,
pues no te quitará mi fe cristiana
nada de lo sagrado que te ha ungido.
Pero más allá de esa creencia tan lejana
vivo la realidad de tus sombras y tus verdes
y en ceremonia perpetua a ti me acerco
a descansar mis años
recordando tu origen en los celtas y en el mío.
Así te escribo y te nombro en mi alianza
encendida y pura: tú desde tus densas raíces
y yo desde mi espíritu colmado.
De mi libro “De poemas que morían”. 2017 ISBN 987-4004-38-3