Azhcari

Un \"cor\" inescrutable

“Somos extensos como un oceánico mar…

Y es a causa de ello que no sólo gozamos de su serenidad

Sino también de la tormenta y el arrebato.

En ello radica la temeridad de su goce

En la aceptación natural del sufrimiento y en cierta renuncia…”

 

 

 

 

Es mi condición femenina la que tantísimas veces me conduce a retener el aire, el aliento, el alma… es en gran medida la privación, la fuente de mi más sublime placer, sin importar, lo breve que este sea… hay algo en mí que se priva, a la vez que en ocasiones renuncia para finalmente exhalar (ex -istir)

Y así amo, sólo si el otro “hombre” me desea. La mujer como la vida necesita sentirse cautivada (cautiva del deseo del otro) aún a precio de cierto dolor… y, es así, qué si ella es antigua sólo así es selectiva, luego, ella goza en su complejidad porque ama y padece su cautiverio.

¿o quizá sea justamente a causa de esa gota de padecimiento que puede gozar? ¿Qué relación erótica se establece entre placer, goce y sufrimiento?

Y no ha de ser un secreto a estas alturas… Ella ama la atadura, su “cor” es receptivo solo a precio de que el otro pueda ver en ella la erótica abroquelada a cierta privación y renuncia… o digámoslo de otro modo, a cierta receptividad animal.

Después de todo diré algo que todos sabemos y pocas de nosotras confiesa… muchas veces tenemos necesidad de llorar.

¿y es que acaso podemos concebir el conocimiento de la risa sin su oponente llanto?

Pero… dejemos que el viento nos guíe.

Me encantó la frase: “todo el libro es una confesión susurrada al oído”.

Y no pude más que pensar en Eva

La oreja de Eva ha requerido que la serpiente le diga cosas, solo así, haciendo uso de su deseo “encendiendo sus ojos” es decir, revistiéndola de importancia a los ojos del otro, es que ha podido pecar junto a Adán

Y es que la boca en su extremo llega a la oreja con el afán de decirlo todo, y ella… lo sabe. Es como un juego de niños, un placer erótico de a dos, un “grandpas de deux”. El placer de cascar nueces no radica únicamente en su fin, comerlas, se encuentra también, en su música y sonoridad, como así también en la destrucción que reposa en nuestras manos.