Carlos Eduardo

Corazones encadenados

 

La gatita recorrió el vecindario en fiesta

 

durante la noche,

 

gozó de todo su ser espléndido,

 

no dejó gallinas con plumas,

 

robó los silbidos del viento,

 

escondió las botas de los felinos,

 

...

 

Llegó a la habitación,

 

la quiso despertar;

 

pero, la princesita 

 

estaba envuelta en el sueño eterno.

 

 

Esperó el paseo por la ciudad de la carroza

 

cubierta de rosas ante las multitudes,

 

en la tumba la acompañaría

 

hasta que volviera a levantarse

 

para oírla sonreír.