No aprendió la flor a negarse,
pintar su color su esencia,
nació del orden su presencia
bella e impetuosa mostrarse.
No extravían el verde las hojas,
ni en el inclemente verano
sortean las entrañas cual cirujano,
el agua del fértil suelo despoja.
Resiste la sierra la ausencia,
de la lluvia pristina lejana,
con persistencia se ufana
de su majestuosa existencia.