Tus ojos se abrieron
Y el mundo se iluminó,
El sol te vio y se enamoró,
Sus rayos te acariciaron
Y en tu cuerpo su marca dejó,
La luna, aquella noche te visitó,
Y en el afán que resplandecieras,
Don de poetas en ti depositó,
Naciste tú y en ti la poesía reencarnó.
Hoy, resplandeces en el blanco de las hojas de mi vida,
Me regalas suspiros en cada letra,
Y yo escribo con signos blancos
en el papiro de tu alma,
Y voy colgando en el dintel de tus ventanas,
la inspiración que encuentro cuando me miras con tu amor en calma.
Y se enciende mi pasión,
Y me nace adorarte con mis ojos, con mis manos, con el fuego de la respiración que provoca mi loco corazón.
Naciste para mí, y yo te recibí
para tomarte en mis brazos adultos, con tus años adultos,
con la adultez de un amor que siendo cierto, no repara en el descargo de las pruebas que provocan el veredicto dichoso de una dulce condena, que me ata a tu alma y a tu espacio.
Contra altas mareas, en albores y ocasos, en recintos o en cadalsos, tan nítido como la tinta de mis versos.
He dicho… y caso cerrado.
(VOZ DE TRUENO)