Ritmaba la moneda. Uno. Dos. Antes de callar.
Giraban hasta el silencio la moneda y la música.
Tiene dos caras la moneda. Dice no alcanza
con la imaginación, que multiplica el hambre.
Era falsa, no la moneda. Era falsa la música.
La moneda ritmaba. Uno. Dos. Como un planeta.
Pronto, demasiado, deja de girar en su eje.
Se cae como plato de la atmósfera sonora.
No se rompe como plato. Sí como razones,
que ya no parecen canciones sino papel.
Uno o dos versos ritman sueños rotos.
En un violín penas y verdades ritmadas
dicen una, dos veces, que en la plata falsa
no está el hogar que le componía versos.
Se queda Nadie con dos, hasta tres monedas,
ahora siempre caen al vacío al que pertenecen.