...\"y tu fuerza se renovará cada día como el rocío de la mañana.\"
Salmos 110.3.
️ Al ver el amanecer de una rosa en plenitud, maravillada por su esplendor, no puedo más que agradecer su gracia.
Me obsequió su fragilidad, su belleza, inspirando amor, ternura, suavidad y respeto. En perfecta armonía con el atributo divino de otorgamiento; nada pretende. ¿Quién puede negar su perfección? ¿Podríamos juzgar a esa Rosa de alguna manera? ¿podemos pedir que sea algo distinto a lo que es?
Plácida y receptiva, me insta a buscar la esencia de ella en mí. Eso que vibra presente en todo lo que llamamos vida. Continuo sustento, que nos renueva las fuerzas y motiva a seguir y permitir al tiempo atravesarnos cada día. Fortaleza creciente y abundante que nada puede detener; pulsión de una energía superior, la energía de la creación.
Ser Naturaleza...
Ser y pertenecer, darse y brindarse, estar en armonía. Así conviven los puros en plenitud incomparable.
Vigor y gozo...
Chispas del Edén. Comprender las fuerzas sutiles que ponen de pie al roble y dan suavidad a esa rosa; que acompañan al recién nacido en la puja por la luz. En todo hay virtud, a cada espacio su energía, a cada energía su imagen. Y todo perpetúa la inconmensurable gracia del eterno.
Descubrir quién soy, es llegar a la conciencia del límite y del no límite existente en la materialidad, en la letra expresada y el canto del ave. Somos símbolos y metáforas de algo que nos unifica, pequeños fragmentos que expresan la totalidad. Conocer al creador es respetar la criatura. Amar la belleza particular de cada cualidad que se manifiesta y nos habita.
Ser en el ser que es.
Seguir siendo y conociendo.