Fácilmente se filtra mi hálito de fuego
en la forma de una ola flotante en el viento.
Despues me alimento de tal sentimiento
recitando adentro sonetos de otro universo.
Trasnochador espectro estrecho y creciendo
hacia el cielo como la flor del conocimiento,
con el corazón enfático trotando en mi pecho
desbocado como un cabayo a fuerza preso.
Hayado un hecho real, una prueba verídica,
heme enamorado de mi musa ideal: la Luna,
ahora perdida entre las tinieblas, en la última
frontera, donde abierta está una rotura todavía,
y por ahí sangra mi vida una lágrima, una única.
Así es cribada en escritura mi alma druídica...
Creí que no había nadie, pero estaba el aire
en frenético movimiento irrefrenable andando
a paso rápido de un lado a otro por la casa
rastreando mi presencia trás cada puerta
queriendo invitarme a que fuera fuera, de viaje
a lejos, quizá a ninguna parte, pero atravesando
el reflejo de lo fijo en los cristales de agua
que contienen mis alas a resguardo de la guerra.
Y yo me fuí, salí del huevo y alcé el vuelo al cielo.
Pero sigo yorando solitario: no olvido la tierra...
Va yoviendo toda tristeza encima de mi incendio
creativo, más no me amedrento, ni necesito vela:
mi ondina, a mi vera, me redime y dona inocencia.