Dormida…
entregada a un descanso insondable,
después de haber sucumbido…
al cansancio más jadeante…y placentero.
Casi inmóvil, ahí…derrotada,
la miro con dulzura inédita…
y me deleito de su impecable hermosura.
Me fascina mirarla así,
divagando en la paz de su agotamiento,
dejando que su lento respirar se manifieste …
como una señal de su sustento,
atrapada en un repique de suspiros…
aferrándose a la aventura de existir.
Se la ve sonreír espontánea y liberada,
tan elocuente y convincente…con su sinceridad desnuda,
como si gustara de su remanso de quietud…
estirando su apacible humanidad en ese oasis de calma.
Y yo feliz ahí, como testigo de su placidez…embobado…y maravillado de su éxtasis.
La fortuna de sentirla mía…
y de ser el causante de su sosiego…
de ser el motivo de su serenidad…
y de su mansa algarabía… arropada de ternura.
Si tan solo supiera lo que ella me inspira…
cuando la veo así sumisa…
tan indefensa…
como expuesta a la vida,
tan frágil como flor de invierno,
y trasparente como delicado cristal, de purísima lindura,
y dócil como blanca paloma…que desentendida…surcando va por la intemperie.
Si ella supiera cuanto se hace querer… cuando la veo así inmaculada,
con la pureza de arcángel…y la castidad de la luna llena.
Si supiera que cuando la veo así…
mi corazón late desordenadamente… muy a prisa,
y mis sentidos enloquecen.
Si tan solo supiera que cuando la veo así…
mi amor por ella se eterniza.