Duermo, cierro los ojos con ganas
de no querer abrirlos nunca más,
luego de estar alcoholizado y oliendo
a tabaco, a ceniza de muerto.
Cada vez que llegas se mueve el mar
-con vértigo y múltiple marea-
cabalgas silenciosa
hasta el lugar donde me arrastro ciego
lentamente, sin rostro
y sin corazón.
Cada vez mi aire es más pequeño, minúsculo,
pero con un silencio casto
guardando las cosas mágicas
de nuestra vida;
Y la noche que nos ha conocido, aquella
que nos hizo la vida,
bebe conmigo ahora, habla conmigo ahora,
siempre pregunta
donde estas y que recuerdo.
¡Entonces, bebemos más…!
Alguna vez, quizás, volveremos a estar
juntos.
Ahora solo queda mucha melancolía
y no hay remedio…