Cada intento por respirar,
es un dolor intenso a su palpitar.
Programado a ritmo lento,
como frágil ola de mar.
Atlas eterno,
del amargo tormento.
Cada instante un infierno,
de arrepentimiento.
Condena asfixiante,
y bucle moral de lamentos,
atrapado en sus argumentos.
Manos temblorosas.
Sudor frío.
Gárgolas por mariposas.
Sacrificios arrepentidos.
Espinas por rosas.
Pensamientos afligidos.
La soga en su cuello,
es la zanahoria,
del conejo del sombrero.
Empieza la faloria.
No hay culpables
fuera del bolero
de esta historia.
El mal se divierte
en el caldero,
y la culpa aclama la muerte,
colgando del cable del miedo.
No depende de la suerte.
Jugaste al aventurero,
y caíste en su agujero.
Hace conciencia la memoria,
y la calma cae gota a gota,
como hoja caducifolia.
Y desea a corazón abierto
amnesia o eutanasia,
no ve la diferencia en el libreto,
después de su falacia.
La conciencia
duerme como angel inocente,
O despierta llorando
por la inclemencia
de los gritos de su mente.
La conciencia manchada,
es desnudez y vergüenza,
La venganza cobrada,
por las lágrimas derramadas
desde el eco de un alma atrapada.
La conciencia sucia es perdición.
Es peor, que un mal de amor.
Es himno de opresión
para el corazón.
Y mala reputación
para tu mejor versión.
Puedes pedir perdón,
o seguir apuñalando tu corazón.
Silvia Robles