El triángulo imperfecto
destroza la voluntad
de los sueños.
Inmersos en la realidad
los seres visibles
danzan sobre su propio ser
mientras recomponen
las simetrías de cada prisma en el espacio.
Enmohecidas por el aire,
las palabras inútiles
en una capa transparente
cursan protestas por escrito.
En la vida abierta
los pensamientos
se evaporan, cristalinos,
y gritan doloridos
las últimas plegarias.
El problema fundamental
continúa atrapado,
aislado y solitario
en un atormentado eclipse
destructor de la vida.
Despejada de las sombras
recorre impaciente
los confines fortificados
que, derrumbados, sucumben
extinguiendo el resplandor
angustioso del miedo.
El príncipe vencido,
como un presagio sombrío,
ha capitulado ante la muerte.