Jose Antonio Orellana

Reina de mi sangre

Tú, reina de mi sangre,

luz de mi juventud,

oyes palpitar mi corazón,

¡mas cómo lo golpeas!

 

Si huyo pues no es sino

para volver a encontrarte,

aunque espines mi clavel

con amarga indiferencia;

y aún así aprieto el puñal

para poder sentirte cerca.

 

Yo cantaré mis palabras,

desnudas y frágiles,

cuando llegue la noche

y el mundo deje de girar,

mudo, ante la ausente

plenitud de tu belleza.

 

Solo así aprendí que las noches

podían llegar a ser tan dulces;

porque es en ellas donde existo;

donde quedan los olvidados.