¿Cómo eres más bella, bien mío, consuelo de mi vida, agua exacta y bienhechora en el desierto cuyas arenas queman mis pies descalzos, néctar exquisito que endulza y aleja hacia distantes espacios la acidez que adormece mi paladar, lectora única de mis poemas sin gracia?
¿Desnuda, bien mío, entre sábanas albas inmaculadas, confundidas con las sombras de la obscuridad, reflejo de tu pudor, o recién salida del baño, olorosa a flores de mirto, de clavel perfumado de canela y de azahar recién fugado del naranjero?
Sé, bien mío, que por humildad o por montuna nunca me dirás cuándo eres más bella.
Sé también, bien mío, que el muro interpuesto entre tu orilla y la mía impedirá que conozca en cuál condición eres más bella, pero en mi augusta imaginación te visualizo hermosa en la obscuridad, llena de misterioso encanto, y recién salida del baño de mi covacha de sueños te presumo olorosa a gloria, sugestiva al amor terrenal y encantadoramente coqueta.