Cuando la última campanada resuene en el hueco caparazón,
y se cierna sobre las escrituras el manto profundo
de la noche y no quede rastro de ocaso alguno;
persiguiendo la labor de los primigenios cráneos,
sólo habrá un indicio del designio que quedará
retumbando en el ajetreado esqueleto, habremos
comprendido al fin que la pequeña diferencia
entre simples garabatos y el logro alcanzado
por el gran sabio; es apenas cuestión de sentido
y significado, el equilibrio justo del ser humano
que ha podido volcar su conocimiento por la gracia
divina la cual ha ido iluminando el camino...
De tal gracia ansío probar un solo bocado,
pero al parecer no es menú de los derrotados;
no es un plato que se sirva a los simples
mortales, por ser tan desconsiderados...
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