Miro desde el jardín la penumbra de la ciudad
en ese momento esperado en que asoma lo claro
y lo urbano comienza a divisarse y a rugir
en la rutina de sus tiempos.
Lo pensado se hace tinta en mi mente
tan presta a lo espontáneo. Y percibe una multitud
desconocida y ajena a mis sentires.
Yo nací en otro tiempo, escondido en esa esquina,
de luces y sombras y oyendo otros cantos.
Hay un espacio inmenso enriquecido por vidas nuevas
que desconocen la ciudad que me distrae y es ajena
al rosal que a mi costado deslumbra en flor.
No hay mitos en este devenir, aunque veo al ángel
y su brillo blanco y están esos nombres amados
que son enjambre y siempre me acompañan.
No están los miedos, llevados por el pan maduro
y están los espejos, mientras el cielo se pone azul.
Y allá abajo, la ciudad sigue su vida ajena a mi ser.
De mi libro “De esas letras pendientes”. 2018 ISBN 978-987-763-836-3