Traigo los ojos de mirar el mundo,
una tierra de nadie como polvareda de olvido,
donde voy sin importar el camino,
donde vuelvo, sin pisadas ni amparo.
Es que acaso solo contemplo a los que se van,
sin importar si alguien vuelve,
O quizá solo descanso el andar,
sin tener ruta cierta,
como para demostrar que voy,
sin conocer ni mi andar.
Hay retazos de suspiros en cada vereda,
como ilusiones que vuelan,
sin posarse en ningún lugar,
formando un mundo de esperanzas vacías,
blanqueando la tierra,
cerrando los párpados,
para no mirar la realidad.
Voy a mirar el mundo de otra manera,
descartaré los ojos para escuchar la vida,
los sonidos del hoy como mar profundo,
donde las tempestades acarician las olas,
para henchirse de coraje,
y el retumbar de las crestas,
desintegran los miedos,
en la tierra de nadie,
germinando en andanzas, aventuras y hazañas.
Descansaré del camino cuando venza lo incierto,
sin hincarme en la tierra, con la mirada sin término,
para que mi vista sea llanura o laguna transparente,
y se bese el cielo con el sol en poniente.
Yaceré en el camino cuando decida que he muerto.