¡Oh! Maestros
Vivan para ver los frutos,
dejen que los tiempos corran,
no caigan en el desánimo del invierno
y aspiren al retoño de lo sembrado.
Las palabras que el maestro siembra
transforman las cavernas de lo interno.
No viendo más que luz en los escolapios,
las sombras de la ignorancia se desvanecen.
Oh, maestros sembradores de esperanzas,
Con ustedes el mundo tiene otro color
y las musas entonan su esplendor.
Su grandeza no está solo en lo que enseñan
sino en la sagrada metamorfosis
que los alumnos reciben con su ejemplo
y hacen de ellos lo mejor,
con sus saberes de amor y virtud.
A ustedes maestros mi más grande admiración
pues sus palabras nos han cambiado
y con ello al mundo le han dado
una nueva esperanza de dignidad,
sabiduría y honor.